viernes, 2 de agosto de 2013


La gente valora mucho el piano, no en vano es un instrumento de una profundidad y variedad tremenda. Pero a mi rara vez me ha despertado sentimientos de viento. Siempre levantó en mi melancolía y tristeza, y más recientemente sueños y amor pausado.   Pero nunca terminó de gustarme, ante el piano me siento efímero y delicado, me siento vulnerable y asustado, por eso cierro los ojos y pienso y siento.

Pero ante el violín me siento desnudo y alocado, miro arriba y soy el viento en los tejados, el violín no me parece un sonido complicado, fluye entre los dedos camina por las nubes y levanta párpados enojados. No lo puedo negar, es mi instrumento favorito, es el que más adentro llega de mi encéfalo.

Pero cuando se unen.... Cuando se une lo profundo y melancólico, lo alegre y volador. Es como una tormenta de relámpagos, como una lluvia de meteoritos, y si además sabes de donde viene la canción y lo que implica. No hay nada que hacer. Mil hilos infinitos se atan a los pelos de tus brazos y los elevan. Y la lluvia brota de tus ojos calmada cual manantial termal.




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