sábado, 18 de abril de 2009

"Permanecí ahí, bajo la luz del fuego, abrasado por el calor. La mancha de sangre en mi pecho era como el mapa de un continente nuevo y violento. Me sentí purificado. Sentí como este tenebroso planeta giraba bajo mis pies, y supe cuál es ese secreto que solo los gatos conocen, ese que les hace gritar como bebés en la noche. Miré al cielo a través del intenso humo lleno de grasa humana y vi que Dios no se encontraba ahí. Vi esa oscuridad fría y vacía que se extiende hasta el infinito, vi que estamos solos. Vivimos nuestras vidas, puesto que no tenemos nada mejor que hacer. Más adelante, ya les buscaremos un sentido. Venimos de la nada; Tenemos hijos, que se encuentran atados a este infierno al igual que nosotros, y volvemos a la nada. No hay nada más. La existencia es algo fortuito. No hay ningún patrón salvo el que imaginamos cuando nos quedamos mirando fijamente durante mucho tiempo. No tiene ningún sentido, salvo el que decidimos imponer. Este mundo que vaga a la deriva no esta moldeado por vagas fuerzas metafísicas. No es dios quien mata a los niños. Ni es el destino el que los despedaza, ni es la casualidad la que se los da de comer a los perros. Somos nosotros. Solo nosotros. Las calles hedían a fuego. El vacío respiraba con fuerza en mi corazón, convirtiendo sus ilusiones en hielo, haciéndolas añicos. Entonces renací, libre de garabatear mi propio diseño sobre el lienzo en blanco, en cuestiones morales, que es este mundo.

Walter Kovacs






Y del barro a la fría nieve. Superada la declive social. Descartados los demás. Queda uno mismo.

Pero...¿qué ocurre, si uno mismo es incluso más exigente y cruel que cualquiera de los que nos rodean?

Puedes huir, y esconderte del resto de los humanos. Pero es más difícil hacerlo de uno mismo.

En este punto existen los caminos.

Podemos optar por auto-engañarnos, siempre que se nos de bien. Si seguimos esta vía, y lo hacemos correctamente. Incluso los fallos más descarados y ruines, quedarán en manos de los demás. Pues conseguiremos estar siempre seguros de que lo hacemos bien.

-Fallamos
-Buscamos la causa
-Los demás son la causa

Otro camino consiste en la ignorancia inducida. Es tan simple como mirar para otro lado ante nuestro error. No pensar en él. Y si alguien nos lo recuerda, nos enfadamos. Y si nuestro interlocutor es listo, para la próxima evitará recordarnos nada, evitando así un disgusto.

-Fallamos
-¿Fallamos?
-Nah...

El tercer camino, es el más adecuado siempre que estés dispuesto a mojarte. Requiere voluntad y mucha auto-crítica.

-Fallamos.
-Buscamos la causa.
-Lo admitimos.
-Pensamos posibles soluciones.
-Aplicamos dichas soluciones.

Pensemos que esto no nos asegura más que muchas pérdidas de tiempo que nuestros compañeros auto-engañados y auto-ignorados evitan. Aunque probablemente alguna vez consigamos que funcione, dándonos una gran satisfacción.


Por último, y con ello la peor opción, (y también la más usada por el que escribe) es la hiperautocrítica.

Tras el error, podemos intentar olvidarlo...lastima que nos guste darle demasiadas vueltas a las cosas. Podríamos auto-engañarnos. Pero nos daría cargo de consciencia. Así que intentamos el tercer camino. Pero ahí nos quedamos, a medias.

-Fallamos.
-Buscamos la causa.
-Lo admitimos.
-Pensamos posibles soluciones.

Al quedarnos ahí, sufrimos el proceso de pérdida de tiempo buscando soluciones que nunca aplicaremos.



Aún siendo un proceso con tan poco "fitness" este cuarto camino. Lo prefiero a los dos primeros, pues quizás algún día por error, consiga aplicar las soluciones pensadas por mí mismo

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